Croquetas de bacalao y gambas

Ingredientes

Bacalao / Gambas

Aceite de oliva virgen/ Pan ‘rallao’

Cebolla / Nuez moscada

Leche /  Harina / Huevos

Elaboración

1.- Cocemos el bacalao, previamente lo hemos desalado. Yo lo puse a desalar la noche de antes y le cambié el agua al menos 3 veces. Con cocerlo durante 10 minutos es suficiente. Una vez cocido lo sacamos y lo desmigamos.

2.- En la misma agua cocemos las gambas. Una vez cocidas las sacamos, pelamos y troceamos. Las gambas  las echo cuando el agua está hirviendo y las mantengo en el fuego hasta que de nuevo comience  a hervir el caldo.

3.- Desmigamos el bacalao y troceamos las gambas.

4.- Picamos la cebolla y la pochamos. Cuando esté pochada la cebolla agregamos el bacalao  y las gambas y lo mareamos todo junto.

5.- Cuando esté todo mareado, en el centro ponemos la harina para tostarla junto con la nuez moscada. Mezclamos bien todos los ingredientes  y añadimos un poco del caldo de haber cocido el bacalao y las gambas  y la leche. Movemos bien hasta conseguir que la masa esté en su punto.

6.- Esperamos a que la masa se enfríe para comenzar a liarlas. Rebozaremos nuestras croquetas en huevo y pan ‘rallao’. Primero las pasaremos por huevo y luego por el pan ‘rallao’. Si se nos olvida el orden, hay una regla que no falla: seguimos el orden alfabético, primero la -h- y luego la -p-.

7.- Con el aceite muy caliente freímos las croquetas.  Las doramos por ambos lados y el plato está listo para ‘hincarle el diente’.

Como ya he dicho,  mi madre hacía muchas croquetas. Le salían riquísimas, a todos nos encantaban. A todos… menos a mi tío Manuel o Manolete (como le llamaban cariñosamente mi padre, o su hermano Rafa) al  que jamás  vi comer una croqueta. Decía mi tío que, comer una croqueta,  era comer algo que estaba crudo por dentro. Por más que mi madre o mi tía Antonia ,su mujer, intentaban convencerle de que se las comiera, él no cedía en su postura. Mi tío siempre venía a mi casa en una motillo,  siempre la dejaba aparcada en la ventana de lo que hoy es el salón de mi casa y que antes era el dormitorio. Siempre traía a casa algo de lo que sembraba en su  ‘parcelilla’. Era una persona entrañable, cariñosa y sobre todo buena, muy buena.